Bogotá, la invivible
Por Alfredo Molano Bravo, BOGOTÁ ES UN INFIERNO
Entrar a la ciudad desde Soacha, Usme, Cota, Subachoque, Zipaquirá, Chía, La Calera es tan difícil, lento, asfixiante como circular en el barrio Cedritos un sábado a las 11 de la mañana. No son trancones —o tacos, como dicen en Medellín—, son nudos sólidos, de esos que ni para adelante ni para atrás. La gente busca desesperada escapar de la nata de contaminación —negra, espesa, inamovible— a ver si puede respirar un aire menos sucio, para encontrarse con la misma nata, más fresca aún, que botan por el exosto los miles de carros, volquetas, buses y motos que hacen colas infinitas para entrar a trabajar a la ciudad o para ir a dormir a sus casas. Colas que se mueven al ritmo de un caracol enamorado.
Bogotá amasa los pueblos de al lado y se los engulle. Hay muchos vehículos andando al tiempo —y eso que la mitad se quedan parados— que calientan, envenenan, abochornan la ciudad. En los últimos cinco años se han duplicado y es raro ver uno de un modelo de hace cinco años. Todos son nuevos. Pero hay otra causa de los trancones: hay pocas vías que atraviesan de lado a lado la ciudad porque el modelo de la cuadrícula castellana, cartesiana, por lo demás, se abandonó al imponerse los conjuntos cerrados que buscan privacidad y seguridad, pero que interrumpen, como diría el intrépido general Palomino, el “flujo vehicular”. No sólo conjuntos privados, sino cuarteles, clubes y caprichos de arquitectos.
Pero es también una ciudad que se demuele a sí misma y se reconstruye al ritmo de los especuladores del espacio urbano. Bogotá a diario sepulta su memoria, cambia su cara y, lo peor, la afea con moles de 30 pisos, negras como ataúdes. El bello ladrillo que le ponía vida y color se dejó de usar porque en EE. UU. les gusta el vidrio y el acero. Y sigo sumando: el tránsito se hace cada vez más violento, el grande y el fuerte, como en el mundo económico, se come el débil. El bus se le cierra a la camioneta y la camioneta al carro y los taxis a todos, mientras las motos, que aparecen por todos lados, caracolean entre colas y filas. A diario se ven motociclistas tirados en la calle con el casco puesto y sin un zapato. Es imposible dejar una distancia con el carro de adelante porque el vivo de siempre lo llena. Mientras se cuela, atropella, empuja, todo el mundo parecería decir: “Usted no sabe quién soy yo”. Detenerse en carro es una aventura, el peligro acecha: hay sombras que salen desde atrás; saltan, del pasado, sombras negras, silenciosas, destilantes. En la Avenida Caracas, sin excepción, cada semáforo tiene su dueño, que lo defiende a chuzo, chuzo con el que también pide “¡¡Billete, papá, billete!!”. Hay que escoger entre estrellarse con el Transmilenio o quedar boqueando, agujereado y sin espejos retrovisores.
Bogotá es ruidosa. Eso de que los “tiempos del ruido” fueron por allá hace tiempos no es así. El ruido es ensordecedor. Los vendedores ambulantes de mazamorra paisa, los compradores de hierros viejos y chatarra, los impulsadores de compras vestidos de payaso en las aceras, los altoparlantes en las iglesias, los altoparlantes en las discotecas, los altoparlantes en los carros de los costeños acosan por avenidas y barrios; las sirenas de ambulancias, escoltas y bomberos. Y los policías pitan como locos al viento. No hay lugar donde guarecerse. Y, para ajustar, no hay sitio, espacio, pared donde no hayan pintado unos signos desabridos que nada dicen, pero que tienen una violencia soterrada casi de navajazo. Hay zonas donde los olores se solidifican y no dejan pasar: frutas podridas, comida putrefacta, perros muertos.
Bogotá se está volviendo invivible, irrespirable, inmamable. Y si llegara a ganar Peñalosa —Dios no lo permita— para llenar de baldosas sueltas las calles, ¿para dónde pegar? Bogotá tiene todos los males y vicios de las grandes ciudades pero ninguna de sus virtudes. Virtudes que, por lo demás, en ninguna parte del mundo son muchas.
1. El autor alude a una problemática que se desarrolla
A. recientemente ya que la capital solía ser un remanso de calma y absoluta serenidad.
B. en tiempos contemporáneos donde la crisis vehicular ha alcanzado su máximo nivel.
C. actualmente puesto que Bogotá no había experimentado problemas vehiculares previamente.
D. en tiempos modernos pues el reciente crecimiento económico ha aumentado el flujo vehicular.
2. El propósito del texto es
A. desprestigiar a Bogotá frente a otras ciudades del país.
B. enajenar las características de la capital colombiana.
C. desconocer las virtudes de las que consta la metrópoli.
D. reprochar las dinámicas que se establecen en Bogotá.
3. La información que circula en el texto es de tipo
A. anecdótico.
B. estadístico.
C. oficial.
D. ficticio.
4. Los sinónimos de la expresión “inmamable” son
A. convulsionado y desordenado.
B. intolerable e inaguantable.
C. insoslayable e impenetrable.
D. incómodo e impertinente.
5. La conclusión a la que llega el texto es que
A. Bogotá es una ciudad en la que impera el caos y la desorganización.
B. los diversos tipos de contaminación alteran el estilo de vida.
C. las grandes urbes son conglomerados de violencia y destrucción.
D. visitar a Bogotá es un mal necesario para turistas y locales.
6. Un título apropiado para la columna es
A. bienvenidos a la capital de Colombia.
B. relación irreconciliable.
C. aquí no hay quien viva.
D. Bogotá: La metrópoli de Sudamérica.
7. El tipo de texto es
A. argumentativo.
B. descriptivo.
C. narrativo.
D. discontinuo.
8. Pero es también una ciudad que se demuele a sí misma y se reconstruye al ritmo de los especuladores del espacio urbano. Las palabras subrayadas cumplen la función de
A. contradecir la información anterior del párrafo, permitiendo ver otro punto de vista.
B. aclarar el tema del párrafo anterior que se torna confuso.
C. agregar una nueva información que aún no se ha mencionado.
D. complementar la información con datos más concretos.
LECTURA LA VENTANILLA DEL BUS
Comienza a oscurecer, ya están encendidas las vitrinas de la Carrera Trece, en los andenes se agolpa la multitud; voy en un bus que lucha por abrirse paso en la congestión vehicular. Entre la ciudad y yo está el vidrio de la ventanilla que devuelve mi imagen, perdida en la masa de pasajeros que se mueven al ritmo espasmódico del tránsito. Ahora vamos por una cuadra sin comercio, la penumbra de las fachadas le permite al pequeño mundo del interior reflejarse en todo su cansado esplendor: ya no hay paisaje urbano superpuesto al reflejo. Sólo estamos nosotros, la indiferente comunidad que comparte el viaje.
El bus acelera su marcha y la ciudad desaparece. Baudrillard dice que un simulacro es la suplantación de lo real por los signos de lo real. No hay lo real, tan sólo la ventanilla que nos refleja. Nosotros, los pasajeros, suplantamos la realidad, somos el paisaje. ¿Somos los signos de lo real?
Un semáforo nos detiene en una esquina. Otro bus se acerca lentamente hasta quedar paralelo al nuestro; ante mí pasan otras ventanillas con otros pasajeros de otra comunidad igualmente apática. Pasan dos señoras en el primer puesto. Serán amigas -pienso-, quizás compañeras de trabajo. Pero no hablan entre ellas. Sigue pasando la gente detrás de las otras ventanas, mezclando su imagen real con nuestro reflejo. Creo verme sentado en la cuarta ventanilla del bus que espera la señal verde junto a nosotros. Es mi reflejo, intuyo; pero no es reflejo: soy yo mismo sentado en el otro bus. Con temor y asombro, él y yo cruzamos una mirada cómplice, creo que nos sonreímos más allá del cansancio del día de trabajo. Los dos vehículos arrancan en medio de una nube de humo negro.
PÉRGOLIS, Juan Carlos; ORDUZ, Luis Fernando; MORENO, Danilo, Reflejos, fantasmas, desarraigos. Bogotá recorrida.
9. El enunciado “un simulacro es la suplantación de lo real por los signos de lo real” se introduce en el texto con la intención de
A. Argumentar la idea de que leer la ciudad es leernos a nosotros mismos.
B. Definir el significado de simulacro partiendo de un viaje en bus por la ciudad.
C. Proponer un método para leer la ciudad a partir de los planteamientos de Baudrillardl.
D. Discutir la concepción de Baudrillard en torno a la posibilidad de hallar la ciudad.
10. En el texto predomina una narración que combina
A. La primera persona del singular y la segunda persona del plural.
B. La tercera persona del plural y la tercera persona del singular.
C. La primera persona del singular y la primera persona del plural.
D. La segunda persona del plural y la tercera persona del singular.
11. Cuando el texto habla de comunidades apáticas e indiferentes, se refiere a
A. Las personas que transitan por el centro de la ciudad.
B. Algunos individuos que observan críticamente la ciudad.
C. Todos los seres que pertenecemos a la ciudad.
D. Los usuarios del transporte público en la ciudad.
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